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Su cuerpo
estaba en perfecto estado, sus tejidos corporales denotaban detalles
de una piel intacta, su pelo, su ropaje, todo estaba perfectamente
conservado. (Ver más...) |
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ENIGMAS EN CHACARILLAS – 3ª
Parte AUNQUE NO LO CREAN… AQUÍ
ESTAMOS |
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Algunas, o muchas, de
las personas que hayan leído mis dos crónicas anteriores sobre los
enigmáticos sucesos que ocurren en el cordón de La Chacarilla
(cintura norte de Santiago de Chile) se deben haber dicho o pensado
más de alguna vez: “no me trago este cuento” y no me extraña, puesto
que estos relatos por mucho que se mastiquen, cuesta digerirlos. Ya
he dicho a viva voz o por escrito que luego de mi primera
observación en una noche primaveral de 1990, estuve recorriendo los
cerros durante más de dos años en busca de una explicación racional
de tanto misterio, pero cada vez me adentraba más en un mundo que,
estando inmerso en el nuestro, nos era
ajeno.
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Osvaldo Muray, es un
investigador incansable, nunca ha renunciado a la acción. Sigue
visitando los cordones de Chacarillas y otros cerros de la
zona |
Cuando me convencí que
este asunto se escapaba de la legítima comprensión humana, inicié un
safari fotográfico y un conteo estadístico de los sucesos y luego de
otros dos años de comprobar que los fenómenos se repetían hasta con
horarios rígidos en ciertas ocasiones, decidí meter todo ese
material en un libro, porque resultaba obvio que era demasiado
fantástico como para las páginas saturadas de objetividad de diarios
o revistas, donde lo fantástico no tiene cabida. Además, en otros
medios de comunicación campeaban un par de extranjeros, que cada
cierto tiempo llegaban a vender sus “pomadas” de dudoso origen,
asesorados y presentados por un par de charlatanes criollos,
especimenes que le han hecho un grave daño al auténtico fenómeno
extraterrestre, puesto que los hombres de ciencia, que podrían
preocuparse del tema, lo abominan, pensando que todos quienes
avizoran el umbral de este mundo maravilloso (regresado a la
percepción humana a mediados del siglo XX), son charlatanes y/o
simples mercaderes. |
Un año nuevo
singular
Han transcurrido dos
horas del Año Nuevo de 1999. En la esquina de Avenida Independencia
con la Circunvalación Américo Vespucio, existe un servicentro Esso
que posee un mini mercado donde venden gaseosas, emparedados y todo
tipo de golosinas. El lugar está plenamente iluminado y por tal
razón, la juventud de los alrededores se da cita allí para
intercambiar abrazos. Es una madrugada de jolgorio y risas
juveniles. En el lugar hay no menos de cuarenta personas, sumando a
los varios expendedores de combustible; no menos de diez
automóviles, con sus correspondientes ocupantes y el minimarket
abarrotado de la juventud que ríe, canta, bromea, se abraza,
disfrutando la llegada del nuevo año.
De pronto, cerca de uno
de los surtidores de gasolina, alguien lanza un agudo ¡miren! y
levantando su mano, señala hacia la elevación mayor del cordón
montañoso de La Chacarilla , a tiro de piedra del servicentro. Todos
corren hacia el lugar donde está la joven que ha dado el grito y
miran fascinados lo que sucede en la cima de la majestuosa elevación
que corona el cerro. Una enorme esfera de blanca luminosidad se ha
encendido en la punta misma del macizo montañés. Es una enorme bola
translúcida de cegador brillo fluorescente. Entre la juventud allí
reunida, se encuentra la joven estudiante de pedagogía en inglés,
Carolina Poblete, visitante asidua de los cerros cercanos, puesto
que vive a poca distancia de la imponente altura máxima del cordón,
que se eleva a más de mil metros sobre el nivel del mar.
Hoy,
a más de diez años de ocurrido el suceso, Carolina—que sigue
explorando La Chacarilla —recuerda nítidamente ese
acontecimiento:
“…de pronto, la esfera comenzó a cambiar
de color y se tornó roja, siempre muy brillante y transparente.
Luego, su color derivó al naranja y esta forma esférica dio paso a
algo que superó todas las expectativas de quienes éramos testigos.
De una manera inexplicable, la bola naranja tomó la forma de dos
seres humanos hasta en sus menores detalles—un hombre y una mujer de
unos treinta metros de altura--. Y al parecer, tomados de la mano,
esta pareja de personas color naranja, comenzó a descender cerro
abajo, como si caminaran, no por una pendiente muy empinada sino por
el pavimento de una calle horizontal. Las casas aledañas al cerro
ocultaron a la pareja luminosa y se terminó la función. Los bomberos
siguieron cargando gasolina, los autos reanudaron su camino y
nosotros regresamos al minimarket, de cuyo interior habían salido
hasta las vendedoras. Esa madrugada ya no se habló de nada más que
de la pareja extraterrestre”.
Pero como le sucede a
muchas personas—incluyendo a este periodista—los fenómenos ET se
instalan en su entorno y uno termina convertido en un adicto (aunque
no lo quiera) de este mundo tan lejano y tan cercano a la vez,
porque de cuando en cuando, sin imaginárselo, se topa con los
misteriosos pero atrayentes fenómenos. Nadie que viva esta increíble
realidad, ha dicho nunca sentir temor ni menos, haber sido agredido
de alguna forma. El enigma ET se convierte en una especie de amigo
invisible, que de vez en cuando, adopta alguna forma física y se
pone frente a ti como diciéndote “…. aunque no lo creas, aquí
estamos”
Los
Visitantes
Han transcurridos diez
años y medio de esa memorable jornada. Por costumbre profesional le
preguntó a Carolina: ¿ha tenido alguna nueva experiencia? Y salta
una liebre muy curiosa en su respuesta:
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“Desde hace varios años—cantidad de tiempo
que no puedo precisar—somos visitados con mucha frecuencia en el
interior de mi casa (Carolina vive a menos de dos kilómetros de La
Chacarilla ). Nuestros visitantes son unas esferas de color gris,
brillantes, cuyos diámetros varían desde pequeñas, como pelotas de
tenis hasta algunas del tamaño un poco menor al de un balón de
fútbol. Penetran a nuestras habitaciones sin hacerse anunciar,
volando raudas a diversas alturas, desde muy cercanas al suelo, a un
metro o poco más y no pocas veces sobre nuestras cabezas. Pasan de
una habitación a otra y desaparecen tan misteriosamente como
llegaron. En cuanto a la hora, no tiene hora fija y lo hacen de día,
al atardecer, de noche y en mi casa, todos nos hemos encontrado con
ellas y ya no nos causan la menor inquietud. Asimismo, en un patio
interior y en los alrededores de nuestra casa, en algunas
oportunidades, advertimos luminosidades inexplicables
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A
principios del año 2004 investigadores como el español, Ramón
Navia-Osorio, y el chileno Alberto Urquiza investigaron juntos con
personal del IIEE de Chile, los enigmas de Chacarillas
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El King Kong
ET.
Un par de días después de conocer la insólita
aparición de la pareja luminosa del Año Nuevo 1999 en La Chacarilla
, comenté este asunto en la editorial que me acababa de publicar el
libro “Los Seres De La Luz ”, y como los editores, Fernando Fierro y
Patricio Ramírez tenían algunas dudas sobre la veracidad de mis
relatos, los invité a conocer los cerros, escenario de mi libro, y
les dije que a lo menos podrían ver algunas luces de procedencia
inexplicable. Mi invitación fue aceptada y acordamos visitar La
Chacarilla el sábado 10 de enero. También sumé a la expedición a mi
colega y vecina, Hilda Larenas. Al final, constituimos un grupo de
unas veinte personas, con familiares de los editores y empleados de
la editorial.
Como podrán advertir quienes han seguido estos
tres capítulos inéditos de mis experiencias en el cordón montañoso
de La Chacarilla , todos los sucesos relatados han contado con
varios testigos. Muy rara vez, cuento algún hecho del que haya sido
testigo o protagonista, sin tener el testimonio de otras
personas.
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Al atardecer del 10 de enero de
1999, la veintena de visitantes emprende rumbo a los cerros, en
varios vehículos, una verdadera caravana de personas, cuya gran
mayoría desconfiaba poderosamente de los hechos relatados por mí en
Los Seres de la Luz.
La caravana enfiló desde Américo
Vespucio hacia el norte, y cuando comenzamos la ascensión del
cordón, nos encontramos con una población de casas—ya habitadas--
que yo desconocía por haber estado ausente de los cerros—a lo menos
por ese sector—hacía un par de años. Las casas estaban en un sector
alto del macizo y tapaban la mitad de la mayor elevación de La
Chacarilla , de la cual se le veía sólo la mitad superior.
Un
guardia nos cerró el paso y mientras Fernando le explicaba quiénes
éramos y lo que hacíamos allí, algunos miembros de la caravana
divisaron varias luces en los cerros y en conversación entre ellos,
llegaron a la conclusión que se trataba de motociclistas (era noche
cerrada). Les expliqué que todo el cerro estaba cubierto `por matas
de espino; que no existían caminos y que era imposible que dada la
pendiente, se pudiera afirmar ni siquiera una cabra montés, pero no
quedaron muy convencidos con mi explicación.
Hasta ahí, la
expedición era un fracaso y lo único algo raro eran los
“motociclistas”. El guardia aseguraba que todo el entorno era
absolutamente normal y que nunca había observado nada fuera de lo
común.
De pronto, alguien lanzó un agudo y prolongado grito,
al tiempo que su mano derecha señalaba hacia la cima de La
Chacarilla. Una enorme y cegadora luz blanca se había encendido en
lo alto. La luz tomó forma esférica y cuando ya fue un globo
luminoso comenzó a cambiar de color, tornándose en un rojo fuego.
Desde luego, reinó un silencio abrumador y todas las miradas estaban
fijas en la esfera. Cuando ésta estuvo completamente roja, se
comenzó a deshacer en líneas, que fueron tomando la forma de un
enorme gorila, el que inclinándose hacia su lado derecho, pareció
afirmarse en su codo de dicho lado, y así inclinado, inició el
descenso, cuyo final no pudimos presenciar porque el gorila quedó
oculto por las casas. |
Los periódicos de
Chile siempre han estado anunciando hechos enigmáticos en
estos cerros que rodean Santiago. Incendios inexplicables,
luces, seres simiescos, etc.
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La autenticidad del
relato de Carolina Poblete y las afirmaciones contenidas en “Los
Seres De La Luz ”, estaban a salvo.
Una Fogata Sin
Fuego
Poco más de un mes después de lo relatado
anteriormente, exactamente el sábado 20 de febrero de 1999, vuelvo
al cerro, acompañado por el ex comando de la FACH , Ricardo Silva,
quien hace de guía a dos amigos costarricenses. Uno de ellos, es un
diplomático llamado Walter y el otro es un joven que acaba de
terminar un curso para oficial en la Escuela de Carabineros y ahora
sigue una especialidad en el combate contra los narcotraficantes,
llamado Daniel. Al término de este curso, regresará a su país para
sumarse a la policía de Costa Rica. Silva les ha contado de los
prodigios que ocurren en estos cerros y como ambos “ticos· son
aficionados al enigma extraterrestre, le han pedido que los lleve a
La Chacarilla. A su vez, Silva ha solicitado mi
colaboración.
Llegamos a la orilla del macizo cuando aún es
de día, condición que yo les he puesto para que conozcan la
conformación del cerro. En la noche, si aparecen las luces—les
advierto—no sabrán si están caminando por la superficie o se
desplazan por el aire. Nos instalamos debajo de un pequeño bosque de
unos diez árboles, ubicado al lado de lo que un letrero anuncia como
“ciudad industrial” donde hay una embotelladora de coca cola, cuyos
camiones entran y salen a cada momento. Bajo los árboles, una banca
de madera y un pequeño canal que lleva bastante agua. Al otro lado
de la calle, un enorme potrero que termina justo donde comienza La
Chacarilla. Entre nosotros y el borde del cerro, unos 800 metros . Y
como telón de fondo, la verde superficie ascendente del cerro.
Frente a nosotros, pero muy pegada al límite entre potrero y cerro,
una suave colina.
Los costarricenses se dedican a observar la
gran mole montañosa, toda vestida de verde—es pleno verano—y de
pronto, algo rompe la tranquilidad del momento: Un curioso objeto
(que todos vemos de forma y color distinto) ha surgido a mitad del
cerro frente a nosotros, y se dirige hacia el norte hasta perderse
de vista. Uno de los extranjeros lo ve cuadrado, caminando por la
superficie del macizo y de color blanco; cree que es una vaca. Silva
lo ve volando y oscuro; yo lo veo en forma de pelota de rugby de
color verde oscuro. El joven oficial de policía trata de filmarlo
pero al fin no consigue ni filmarlo ni verlo. De todas maneras, los
cuatro testigos estamos conscientes que no fue nada
normal.
La noche cae rápidamente, el objeto regresa por donde
se fuera y desaparece ante nuestros ojos. Ahora hay plena
coincidencia en que vuela. El potrero está bajo un manto de total
oscuridad y en la lejana colina, al frente nuestro, surge una luz
amarillenta que Silva y los “ticos” identifican de inmediato como
una fogata de cazadores. La luz aumenta y disminuye como un fuego
azotado por el viento. Pero yo he visto decenas de esas luces y les
digo que no es una fogata sino un objeto extraterrestre. Me miran
asombrados y disimulan una risita.
Silva los invita a caminar
por la carretera que se interna hacia el cerro con rumbo norte,
donde reina la oscuridad. Los dos amigos del ex comando parten con
él y yo me quedo a cargo del campamento, porque están nuestras
parkas y un paquete con sandwichs y bebidas. Transcurre una media
hora y yo no he dejado de mirar fascinado la supuesta fogata, que
sigue creciendo y apagándose alternativamente. De pronto, lo
insólito: desde la fogata, surge un potente rayo de luz blanca que
en línea recta me impacta de lleno y desaparece. Me invade un miedo
terrible y comienzo a tiritar. Pero no tengo tiempo para miedos
porque un segundo rayo de luz surge de la supuesta fogata y me pega
en el pecho. Se apaga y cuando aún no tengo tiempo de reaccionar, un
tercer fogonazo y todo vuelve a la normalidad. La hoguera de los
cazadores sigue su rutina.
Pasa otra media hora y regresa
Ricardo Silva y sus amigos. Les cuento lo sucedido y ahora, los dos
costarricenses se ríen de buenas ganas y festejan mi imaginación.
Por supuesto no creen una línea de lo relatado. Nos comemos un
emparedado y tomamos bebidas. Ahora, Silva me invita a caminar hacia
la oscuridad, porque han surgido, allá a lo lejos, dos parejas de
“cazadores” alumbrando el potrero. Dejamos a los extranjeros
comiendo sus sandwichs.
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Nos alejamos hasta perder de vista
el pequeño bosque y comprobamos que las parejas de cazadores no
tienen nada de tales. Le comento a Silva que son cazadores muy raros
porque desde que aparecieron no han disparado un solo tiro. No
alcanzo a terminar la frase cuando al lado mismo nuestro repercute
un disparo de escopeta. Nos largamos a reír porque han disparado en
plena oscuridad, lo que a cazadores normales les impediría ver
contra quien disparan. Regresamos al campamento y cuando llegamos,
los dos costarricenses se ponen de pié, se me acercan, me tienden
sus manos y me piden disculpas. Yo no entiendo nada. Entonces me
explican que cuando Silva y yo desaparecimos en lo oscuro, desde la
fogata surgieron un par de fogonazos que les impactaron de lleno a
ambos. Ya no hubo más risitas irónicas.- |
El IIEE ha prestado
atención durante años a los fenómenos lumínicos de los cerros que
circundan la capital de Chile, sin explicación convincente hasta el
momento, ni de parte de los científicos, ni de los investigadores
independientes. En la foto Osvaldo Muray y Patricio Arias del IIEE
de Chile
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LECTURA PARA EL
DIBUJO ADJUNTO: |
Este dibujo fue hecho por Carolina
Poblete, horas después de haber presenciado la pareja luminosa que
bajó desde La Chacarilla , la madrugada del primer día de enero de
1999, al frente mismo de un servicentro. Los pequeños círculos sobre
el ser de la derecha —dice Carolina—indican que allí se posaba una
pequeña esfera roja que parecía jugar con el personaje.- |
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AUTOR
REPORTAJE: Osvaldo Muray Periodista
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